Salvo las casi 5000 muertes evitables, y la pobreza creciente más la enorme riqueza que aumenta en los “malla oro”. ¿Hay cambios sustantivos?

Tal como se dio durante la resistencia al Golpe de Estado en 1973, también frente al nuevo gobierno nacional, y a la emergencia sanitaria mundial, nuestra reacción no es la simple “obediencia debida” y la garganteada “libertad responsable”. Transgredimos cuando es necesario, nos cuidamos siempre entre todos y de forma integral. Y somos mucho más responsables que libres. Pero luchamos solidaria y colectivamente por recuperar nuestra perdida libertad.

“Sin embargo, para mantener una cultura solidaria, equitativa, fraterna, libertaria, organizada en la lucha por un mundo mejor; tenemos que poder comprender como reacciona la gran mayoría de las personas y por qué.

La incertidumbre es lo normal en la existencia de cualquiera. Pero no es fácil moverse cuando se mete dentro de la persona, en sus pensamientos y sentimientos. Porque se pierde la mirada integral de su vida, dónde siempre podría haber momentos y relaciones de certezas que generan seguridad, aun en la incertidumbre. Los seres humanos sobrevivimos al nacimiento sólo porque hay seres y entornos fuera de nosotros que nos sostienen, nos abrigan, nos alimentan, nos miran, nos diferencian. Lo hacen durante un tiempo después del cual -esas y otras personas- acompañan nuestros aprendizajes para liberarnos o para someternos. Nos generan vivencias del tiempo que lleva esperar y obtener algo, del espacio dónde nos movemos a ojos cerrados y los que atemorizan. En el pasado, otros que vivieron la dictadura de Terra, o “democraduras”, compartieron sus aprendizajes y nos permitieron construir un futuro de vida, con lo que se nos imponía en un presente de represión y muerte.

En esta realidad el marco de la pandemia-cuarentena ha diluido la división interior-exterior que en la mayoría de la gente; alterando la percepción del espacio y el tiempo. Todo esto agudizado por una estrategia mediática que insiste en globalizar la incertidumbre sin mencionar los potenciales puntos de apoyo, y sin un contexto histórico integral. Nadie se arriesga a dar una fecha de final. Cada persona se proyecta, o no, sin saber cuál es la significación que organizará la historia futura y por tanto su vida cotidiana: cuáles serán los paradigmas, las creencias sociales, la información que nos permita resistir, enfrentar, transformar un tiempo exterior. No hay más orientación que el miedo a la pérdida de lo logrado, y el miedo al ataque de lo no controlado.

Resuenan en nuestras mentes cifras encadenadas, que crean un continuo al infinito: ¿Cuántos infectados, muertos y recuperados tuvo hoy el mundo? Y nos dicen que estamos más seguros en nuestra burbuja solitaria, donde la otra persona es una amenaza, no un sostén y respaldo para la vida. El optimismo y la tolerancia muchas veces fracasan ante este muro ciego del autoritarismo y la culpa por no poder hacernos cargo de la libertad responsable, sin recursos económicos para hacerla posible.

Dice algún psicólogo que “La diversidad de disfrutes humanos ha sido reducida a una espera expectante que se convirtió en algunos en el temor a un nuevo objeto persecutorio: el amor a la cuarentena. A pesar de que somos tierra fértil para esta imaginería, la realidad absorbe y neutraliza la deriva en que nos mantenemos y que cada uno soporta.” Pero ante la avalancha de “muertes evitables” y el terror de volver a la vieja normalidad de la “gente como uno”, con racismo, homofobia, xenofobia, y odio a quienes luchan contra la pobreza; estamos abandonados a nuestra suerte. “Todos sentimos la desagradable experiencia de ser incapaces de cambiar nada. Somos un conjunto de individuos con buenas intenciones, pero que entre sus intenciones y diseños y la realidad hay mucha distancia”. Pero además estamos todos en el mismo temporal, pero no en el mismo barco, unos están en un crucero con todo incluido y la gran mayoría está en balsas que se están desarmando, “Todos sufrimos ahora más que en cualquier otro momento la falta absoluta de agentes, de instituciones colectivas capaces de actuar efectivamente”. Y frente a este sufrimiento volvemos al instinto animal de buscar refugiarnos en la manada que nos saque de responsabilidades personales y encargue a cualquier caudillo mesiánico la tarea de construirse como dueño y rector de nuestros destinos

¡Queremos que esto termine ya! Pero nos mantienen en la obediencia debida y la culpa por no hacer eficaz la libertad responsable. Esto favorece la quietud ante muchas otras pérdidas y ataques. La pregunta que se nos impone es ¿cómo salimos de este encierro entre todos? ¿Cómo hacer retornar la fuerza de nuestros deseos, y cómo nos hacemos cargo de ellos? ¿Cómo gestionamos una voluntad de cambio para crecer personal y colectivamente? ¿Cómo sentir al otro? El poder distinguir entre distintas versiones, el poder pensar con autonomía, la creatividad personal, la solidaridad comunitaria, hoy son armas, y actitudes, que no se pueden dejar de lado”.

Susana Regent

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