Este año el proyecto “Molinos Virtuales”, inspirado en el libro “El club de las uruguayas fantásticas” de Verónica Lecomte, se une a mostrar el trabajo anónimo de muchas mujeres que con su tenacidad y compromiso mejoran la sociedad en que vivimos. El Liceo 47 trabaja te invita a conocer parte de las mujeres fantásticas del oeste y hoy te presenta a Susana Regent.

Antonella: Hola mi nombre es Antonella, soy del Liceo 47 y te pido que te presentes y nos cuentes a qué te dedicas.

Susana: ¡Hola Antonella, qué lindo charlar contigo! Yo soy Susana Regent, una militante social, es decir, me gusta trabajar bastante y organizadamente en lo social, con la gente, en distintas cosas y lugares. Estoy en el periódico El Tejano, acompaño a mi esposo en la Comisión de Pueblo Victoria, estoy en la Comisión de Medio Ambiente y en la Comisión de Fomento del Balneario Guazubirá y me gusta estar en movimientos vinculados con la Educación y los Derechos Humanos. Así que como ves, me gusta un poquito de todo, pero además soy abuela, tengo siete nietos (para eso tuve que ser mamá obviamente) y los disfruto muchísimo, una ya grandota de 22 años y el más chico de 9 años, aún en la escuela. Ellos son mi luz y uno de los motivos por los que me gusta tanto trabajar en lo social y con la cultura de convivencia de la gente.

Antonella: Sé que te han hecho muchas entrevistas, pero esta no es precisamente una entrevista, estamos en pandemia, una situación que para muchos es muy triste y estamos intentando poner un poco de luz en este paisaje gris. Los jóvenes queremos acercarnos a los adultos mayores y mostrar que la vida vale y que también vale su recorrido y las cosas que se hicieron en él.

No te elegimos al azar y al final de este encuentro te contaré por qué. Ahora te pido que te tomes el tiempo para recordar alguna experiencia de tu vida que valga la pena contar a otros por su solidaridad, por su carga emotiva o lo que tú consideres.

Susana: Me gusta esto de que ustedes se comuniquen con los adultos mayores, está bueno que nosotros contemos historias, pero también te diré que está bueno que ustedes también les cuenten sus historias, expectativas y te cuento por qué, me pediste una anécdota, bien, la introducción es un poco larga pero sirve para que entiendas bien la experiencia en sí.

Cuando nos conocimos con Fernando mi marido, teníamos 16 años y en plena dictadura a los 19 años, decidimos casarnos, yo estaba estudiando para ser maestra, cuando me recibí tenía dos hijos. Me recibí y me era difícil conseguir empleo porque participamos movimientos sociales, en política y en esa época , en 1977 cuando me recibí, los ciudadanos estábamos divididos en categorías A, B, o C. Los que habían ayudado de alguna forma o colaborado con los militares a dar el golpe de Estado eran categoría A.  Los de la categoría B éramos aquellos como yo y mi marido, que se sabía que habíamos militado, ocupando la Facultad por ejemplo o de alguna forma no estábamos conformes con el golpe de Estado.

En mi caso tuve suerte, me costó conseguir trabajo pero finalmente una compañera maestra que se había recibido conmigo, me avisó que había una posibilidad de trabajar como maestra en un cantegrill llamado “Guayabos” pero dando clase a contra turno, o sea, los chicos tenían sus clases en horario normal y luego venían a almorzar con nosotros, los ayudábamos con las tareas y luego merendaban. Ese trabajo yo lo podía tener porque la obra en su totalidad estaba gestionada por militares, los fondos los había dado la OEA y estos fondos en realidad eran para un trabajo mucho más amplio y abarcador, para poner luz, instalar policlínicas en la zona, cosas que nunca se hicieron. El dinero se gestionó mal, desapareció en otras cosas e ilegalmente, en esos lugares nadie te preguntaba qué categoría de ciudadano eras porque nadie quería trabajar en esas condiciones. Fue así que pude empezar a trabajar y me quedé allí por seis años, tuve mis otros dos hijos trabajando allí y fue un trabajo hermoso, muy duro porque había niños muy mal alimentados desde que estaban en la panza de su mamá y luego de salir de ella, niños golpeados, en fin…no era fácil que entendieran muchas cosas.

En 1985 los militares dejaron el poder por un pacto con los políticos e incendiaron ese lugar y con él toda la documentación sobre esos barrios que era prueba de la mala gestión que hicieron. Se terminó ese trabajo para mí y conseguí en otro lugar, pero lo que quería contarte es que, hace 10 años, yo estaba trabajando para la Intendencia de Montevideo en la Junta Local 14 que va desde el Miguelete al Pantanoso y que abarca nuestros barrios de La Teja, Pantanoso, Tres Ombúes, Paso Molino y Prado. Estábamos haciendo la inscripción de vendedores ambulantes para las fiestas de fin de año, un día llega una muchacha a inscribirse, tenía la edad de uno de mis hijos y me dijo “maestra Susana”… la miré a los ojos, me resultaban conocidos y ahí agregó “soy Rosario”. Enseguida la reconocí, yo había ayudado a esa chica, ella iba a la escuela de mañana en Guayabos y por la tarde yo la ayudaba…continuó diciéndome que se anotaba como vendedora ambulante para las fiestas pero que en realidad se estaba por recibir de psicóloga, me llamó mucho la atención porque conocí a su familia, una familia con dificultades enormes, tuvo que ser muy duro poder estudiar en esas condiciones. Me dio mucha alegría verla realizada y pudiendo concretar una carrera, pero lo que más me emocionó y confieso que me hizo lagrimear fue lo que agregó después Rosario dijo que nunca olvidó un día cuando era niña, en que no podía hacer los deberes y que estaba decidida a no hacerlos, yo le pregunté ¿por qué no?, y ahí me contestó que sus padres le decían que no podía hacerlos, que ella podía ser todo lo que se propusiera, que la única que podía elegir qué hacer o no hacer con su vida era ella misma, le dije que lo importante era que hiciera “algo” que no importaba si su familia lo valoraba o no, que le tenía que gustar a ella y que ella tenía la capacidad de ser lo que quisiera.

Mis palabras le quedaron por años guardadas, nunca usó mi consejo hasta que tuvo un hijo y fue mirando a su hijo que pensó que sí pudo hacer algo tan lindo como eso, era cierto lo que la maestra Susana le dijo una vez y ella podía hacer todo lo que se propusiera.
Una psicóloga de la policlínica barrial la había tratado muy bien y pensó que era buena idea hacer sentir bien a la gente, esa fue la razón que la llevó estudiar psicología, esa y las palabras de la maestra Susana… o sea yo.

La verdad Antonella es que me hizo lagrimear, me dejó muy contenta, me hizo sentir que estos procesos de la vida son laaaargos, pero valen la pena y a veces puede parecernos que no tenemos los resultados que esperamos, que nos esforzamos y de pronto al dejarlos de ver y según las posibilidades de cada uno, ese trabajo que nos estamos tomando no va a servir de mucho pero, es como sembrar, una siembra y ese es nuestro único mérito, el sol y el agua que reciban a lo largo del camino serán los que marquen proceso y quien lo definirá o cerrará realmente será la propia persona que con su fuerza y su constancia logrará florecer.

Esa es la anécdota que quería contarte y que me parece que es muestra de un cambio que cualquiera de nosotros podemos hacer desde lo cotidiano, que mejora parte de este mundo y que a la vez…te deja un calorcito especial en el alma.

Antonella: Pero qué lindo e interesante todo lo que contaste. Te agradecemos por tu tiempo y por haber colaborado con nuestro proyecto: “El club de las uruguayas fantásticas”, porque sin lugar a dudas vos sos parte de este club, sos una de las mujeres fantásticas del oeste y para nosotros no podías faltar.

Muchas gracias

Antonella Bentancur/ Liceo 47
“Molinos Virtuales”, 2021

Antología de mujeres fantásticas

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *