Como planteaba hace años atrás nuestro entrañable Hamlet: “ser o no ser”, aunque, actualizado y mirando la realidad, lo correcto hoy sería decir: ¿qué podemos hacer?

El pasado 12 de agosto en la Torre de las Telecomunicaciones de Antel, tuvo lugar el 3er Congreso de Educación Socioemocional, es el tercer encuentro de gente que apuesta a una formación integral del ser humano, pocos se enteraron, pocos pudieron asistir…da para pensar.

Las nuevas políticas educativas hablan de “transformación”, pero: ¿qué espacio se da para esta transformación?, ¿será que todo lo anterior a ella no sirve?, ¿realmente las aulas se están transformando? Se habla de la importancia de los vínculos, de la carga emocional del individuo como algo que puede favorecerlo o no en la asimilación de conceptos nuevos, se habla del cuidado que hay que tener a la hora de transmitir conocimientos para que estos sean realmente adquiridos.

En otro orden de cosas y también dentro de la transformación educativa se da una relevancia muy importante al uso de la tecnología. Por ejemplo, vemos que desde la Dirección General de Educación Secundaria, se informa y hasta se coordinan jornadas sobre: ¿Qué es OpenAl? ¿Para qué sirve Chat GPT? y más, todo esto parece adecuado viendo el auge de las redes, aplicaciones y páginas web a nivel mundial de Inteligencia Artificial. Pero al igual que sucede con los Congresos de Educación Emocional y su continuidad, nos preguntamos: ¿qué tanto sabe de todo esto la población uruguaya, los docentes, las familias y los propios estudiantes?

Mucho ruido y pocas nueces…

Sin ánimo de desacreditar “buenas intenciones” de las autoridades de la educación y simplemente entregándonos a una sana reflexión, vemos que la realidad muestra buenos discursos, pero hay inconvenientes para sostenerlos.

Miramos la realidad y empezamos por la relevancia que da la Transformación Educativa a lo emocional, viendo cómo se instrumenta todo esto más allá de los discursos:

Por un lado, es claro que la mayoría de los docentes (por no decir todos) saben que no hay otra manera exitosa de formar personas que no sea generando vínculos, cuidando las emociones, atendiendo la relación con los estudiantes y entre ellos. El trabajo en clase de cualquiera de las asignaturas tiene un 50% de contenidos y un 50% de intercambio comunicativo, sin el que sería posible educar hoy. La realidad social que viven los chicos fuera del salón de clases, no es solo una justificación para los buenos o malos resultados académicos, es un factor insoslayable y cualquier docente que hace bien su trabajo a la hora de evaluar a un individuo, tiene en cuenta su contexto social, su historia de vida, sus emociones. Esto es y siempre fue así.

A niveles más altos, fuera del aula y atendiendo el discurso que dan las autoridades sobre la relevancia que tiene en el proceso educativo lo interpersonal, las emociones y lo vincular, tenemos que: la generalidad de las instituciones educativas carece de un Equipo Multidisciplinario completo. En la mayoría esto directamente no existe y si bien se cuenta con un Departamento Integral del Estudiante que trabaja muy bien y con responsabilidad, este se encuentra totalmente desbordado.

Los Congresos sobre Educación Emocional, cuentan con el aval de la ANEP pero la asistencia y pago de los mismos corren por cuenta de los docentes, son en días y horarios fuera de los horarios de trabajo y no inciden en mayor medida en la carrera del docente. Es algo que el docente elige hacer por su cuenta y si le interesa.

Veamos ahora el capítulo de los discursos que se refieren a la importancia de la tecnología en la vida de los jóvenes de hoy y del futuro:

En el aula, la tecnología es bien recibida, la generalidad de los chicos esperan ansiosos una tarea que involucre las redes o aplicaciones de las mismas ¿qué mejor clima para un docente que ver a los estudiantes motivados?

Usando la tecnología se evita archivar cientos de papeles, se ahorra tiempo, se aceleran los resultados y nos divertimos.

La tecnología es incuestionablemente algo positivo para la educación pero:

¿Cuántas instituciones educativas tienen buena conexión a internet?

¿Cuántas instituciones educativas tienen un número apropiado de máquinas para trabajar?

¿Cuántas instituciones educativas tienen los equipos en condiciones adecuadas para ser usados?

¿Con cuántas horas de informática cuentan los jóvenes a lo largo del ciclo educativo?

¿Cuántas horas se dan a los docentes de asignaturas generales para formarse en tecnología?

¿Influye de alguna forma en la carrera docente la aplicación de la tecnología?

Educación emocional – Educación virtual

Revisando y reflexionando los cambios que pretenden implementarse exitosamente hoy en las aulas, es complicado augurar éxito, cuando la frustración envuelve tanto a los educadores como a los educandos.

No puede existir una educación emocional, sin un estado emocional acorde en quienes la implementan o reciben.

Los docentes y estudiantes hoy, sienten impotencia frente a desbordes emocionales o conductas que pueden entender pero no saben de qué forma manejar, no hay un apoyo constante y sostenido para nadie. No es viable hablar de “educación emocional” cuando no están dadas condiciones mínimas en la institución educativa, un ámbito propicio para crecer emocionalmente.

Tampoco podemos hablar hoy de un ensamble positivo entre contenidos y tecnología, los medios tecnológicos al servicio de la educación son magros o inexistentes y estamos frente a otra utopía transformadora.

Lo único seguro es que la transformación educativa se deja ver hoy y claramente, en el cansancio que genera en estudiantes y docentes que quieren y no poder cumplir con todo lo que se les pide.

¿Qué podemos hacer?… cambiar, no inútilmente, el mundo.

Emociones y tecnología como se presentan hoy en el aula, no son amigas, sino que por el contrario, están separadas y se muestran una en cada punta del proceso educativo de nuestros jóvenes.

La transformación educativa real debería ser esa que permita a todos y por igual el acceso a los conocimientos, porque una educación real es la que nivela, es la que nos une al mundo para cambiarlo y es en este proceso que el equilibrio, entre inteligencia y voluntad, es fundamental para “cambiar, no inútilmente, el mundo”

“el pesimismo es un asunto de inteligencia; el optimismo, de la voluntad”
Gramsci (1923)

Profa. S. Bocchi